Vivimos inmersos en una ilusión: la creencia de que somos los autores de nuestros propios pensamientos. Este espejismo nos acompaña, llevándonos a asumir que podemos controlar, dirigir y, en última instancia, dominar nuestra actividad mental. (…)
Pero lo que ocurre en realidad es que el cerebro está siempre activo, incluso cuando no estamos comprometidos en ninguna acción específica. Es un órgano que nunca se detiene, como le pasa al corazón. (…) Incluso ahora, mientras lees estas palabras, tu cerebro podría estar generando otros pensamientos que tienen relación parcial con el contenido de este texto. (…)
El pensamiento espontáneo se vuelve más evidente cuando no estamos orientados hacia una tarea concreta. (…) Imaginemos que hemos pasado una hora concentrados en resolver un problema matemático y luego salimos a dar un paseo. De repente, el cauce de nuestro pensamiento, antes estrecho, se expande. (…) Este es el terreno del “pensamiento creativo”. (…) A veces, en este estado más relajado, encontramos soluciones inesperadas a los problemas que no logramos resolver cuando estábamos intensamente concentrados. (…) Por otro lado, en los sueños, el contenido de nuestra mente se libera completamente, mezclando lo real con lo imaginario, (…) y hoy en día sabemos que esto es esencial para nuestra salud mental. (…)
Existe una segunda dimensión del pensamiento que es más compleja, más oscura, y más difícil de entender: la rumiación (…) que, en muchos aspectos, es lo opuesto al pensamiento espontáneo o creativo. Mientras que en este último la mente divaga de manera natural y se desplaza de un tema a otro, la rumiación queda atrapada en un circuito cerrado (…). El término sugiere el proceso repetitivo y desgastante que se deriva de la idea de “rumiar” (como algunos animales mastican y remastican su comida). En el ámbito de la mente, este proceso es similar: no estamos asimilando nueva información, sino reciclando viejas preocupaciones, dudas y ansiedades. La rumiación es, por tanto, un mecanismo automático que secuestra nuestra atención, llevándonos una y otra vez a los mismos miedos y preocupaciones. (…) A menudo está relacionada con emociones intensas, como el miedo o la tristeza. Una persona que experimenta rumiación está, en cierto sentido, bajo el control de estas emociones. Su mente no puede moverse libremente porque está constreñida por estas fuerzas automáticas que la retienen. (…) Existen técnicas y enfoques que pueden ayudar a romper este ciclo. La meditación, por ejemplo, ha demostrado ser eficaz para reducir la rumiación. Al entrenar la mente para observar los pensamientos sin aferrarse a ellos, podemos empezar a liberar las restricciones automáticas que alimentan la rumiación. Pero es un proceso largo de aprendizaje.
Extracto del artículo "Pensar sin querer. La ciencia del pensamiento espontáneo y la rumiación", Gustavo Díez (www.nirakara.com/blog)
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