La esencia de la práctica del mindfulness consiste en ser consciente de lo que experimentes, sea lo que sea, tanto durante la práctica formal de la meditación como en medio de la vida cotidiana (...).
A menudo estamos tan activos que pasamos apresuradamente de una cosa a la siguiente con la idea de que, en algún momento posterior, estaremos mejor. Vivimos para eliminar cosas de nuestra lista de situaciones pendientes y al finalizar el día caemos exhaustos en la cama, para levantarnos a la mañana siguiente y poner en marcha de nuevo la misma noria (…).
Resulta muy fácil, si no estás atento, olvidar quién está haciendo todo eso y por qué (…). Ahí es, precisamente, donde entra en juego el mindfulness, recordándonos la posibilidad de pasar, gracias a la atención y la conciencia, de la modalidad “hacer” a la modalidad “ser” (…). Entonces dejamos de agotarnos y aprendemos a encarnar nuestro cuerpo y a habitar el único momento en que vivimos, es decir, este (…).
Si vas a utilizar la mente para observarte, familiarizarte y, en última instancia, entenderte a ti mismo, deberás empezar aprendiendo los rudimentos que te permitan estabilizarte para poder llevar a cabo el trabajo de prestar atención de un modo sostenido y fiable y darte cuenta de lo que está ocurriendo bajo la superficie. Nuestra atención es bastante inestable y se pasa la mayor parte del tiempo yendo de un lado a otro. La práctica nos permite familiarizarnos con las idas y venidas de la mente, de modo que, con el paso del tiempo aprende —hasta cierto punto al menos— a estabilizarse (…).
Si pretendes observar la Luna, no asientes tu telescopio sobre el agua.
"Mindfulness para principiantes", Jon Kabat-Zinn
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