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Víctor Hugo

Te deseo

Actualizado: 27 ago


Te deseo primero que ames,

y que amando, también seas amado.

Y que, de no ser así, seas breve en olvidar

y que después de olvidar, no guardes rencores.

Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,

sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos,

y que, incluso malos e inconsecuentes,

sean valientes y fieles, y que por lo menos

haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,

te deseo también que tengas enemigos.

Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,

para que algunas veces te cuestiones

tus propias certezas. Y que entre ellos

haya por lo menos uno que sea justo,

para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,

más no insustituible.

Y que en los momentos malos,

cuando no quede más nada,

esa utilidad sea suficiente

para mantenerte en pie.

Igualmente te deseo que seas tolerante,

no con los que se equivocan poco,

porque eso es fácil, sino con los que

se equivocan mucho e irremediablemente,

y que haciendo buen uso de esa tolerancia,

sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no

madures demasiado deprisa

y que ya maduro no insistas en rejuvenecer,

y que siendo viejo no te dediques al desespero.

Porque cada edad tiene su placer

y su dolor y es necesario dejar

que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.

No todo el año sino apenas un día.

Pero que en ese día descubras

que la risa diaria es buena, que la risa

habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,

con urgencia máxima, por encima

y a pesar de todo, que existen

y que te rodean seres oprimidos

tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un perro,

alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero

erguir triunfante su canto matinal,

porque de esta manera

te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,

por más minúscula que sea, y la

acompañes en su crecimiento,

para que descubras de cuántas vidas

está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,

porque es necesario ser práctico.

Y que por lo menos una vez

por año pongas algo de ese dinero

frente a ti y digas: “esto es mío”,

solo para que quede claro

quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno

de tus afectos muera, pero que si

muere alguno, puedas llorar

sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que siendo hombre

tengas una buena mujer, y que siendo

mujer tengas un buen hombre,

mañana y al día siguiente, y que cuando

estéis exhaustos y sonrientes,

habléis sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,

no tengo más nada que desearte.

Atribuido a Víctor Hugo

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