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  • Frank Ostaseski

Las cinco invitaciones


La vida y la muerte forman un solo paquete. No es posible separarlos.No podemos estar verdaderamente vivos sin mantener una conciencia de la muerte.

La muerte no nos espera al final de un largo camino. La muerte nos acompaña siempre, en la misma médula de cada momento que pasa. Ella es la maestra secreta que está oculta a la vista de todos. Ella nos ayuda a descubrir lo que más importa.

Reflexionar sobre la muerte puede tener una repercusión profunda y positiva no sólo sobre la forma en la que vayamos a morir, sino también sobre cómo vivamos.

Sin un recordatorio de la muerte, tendemos a no valorar la vida perdiéndonos a menudo en inacabables búsquedas de autosatisfacción. Cuando mantenemos la muerte al alcance de la mano, ella nos recuerda que no nos amarremos demasiado fuerte a la vida. Quizá que nos tomemos a nosotros mismos y a nuestras ideas un poco menos en serio. Que nos dejemos llevar un poco más fácilmente. Cuando reconocemos que la muerte nos llega a todos, comprendemos que todos estamos juntos en el mismo barco. Esto nos ayuda a ser un poco más amables y mejores los unos con los otros.

Cuando entramos en contacto con la naturaleza precaria de la vida, también llegamos a reconocer lo que tiene de valioso. Y entonces, no queremos desaprovechar ni un minuto. Queremos implicarnos de lleno en nuestras vidas y utilizarlas de modo responsable. La muerte es un buen acompañante en ese camino que lleva a vivir bien y a morir sin lamentarlo.

Poco después de que el famoso psicólogo Abraham Maslow hubiera sufrido un ataque al corazón casi mortal, escribió en una carta: “El enfrentamiento con la muerte –y su aplazamiento– hace que todo parezca tan precioso, tan sagrado, tan hermoso que siento con más fuerza que nunca el impulso de amarlo, de abrazarlo y de dejar que me abrume. Mi río nunca ha tenido un aspecto tan bello. . . La muerte, y su posibilidad siempre presente, nos hace amar apasionadamente”.

No soy un romántico de la muerte. Es un trabajo duro. Quizá el más exigente que jamás realicemos en esta vida. No siempre sale bien. Puede ser triste, cruel, caótica, bella y misteriosa. En la mayoría de los casos es normal. Todos pasamos por ella. Ninguno de nosotros sale vivo de aquí.

A través de prácticas como la meditación y la contemplación podemos aquietar nuestras mentes, nuestros corazones y nuestros cuerpos, y como resultado, nuestra capacidad para sentir nuestra experiencia se vuelve más sutil y más penetrante. En esa quietud que descubrimos somos capaces de percibir la presencia de cualidades innatas como el amor, la compasión, la fortaleza, la paz, la claridad, el contento, la humildad y la ecuanimidad, por nombrar algunas. Dicho de otra forma: ya tenemos todo lo que necesitamos para este viaje. Todo existe ya dentro de nosotros.

Las cinco invitaciones son mi intento de honrar las lecciones que he aprendido al estar sentado en la cabecera de la cama de muchos pacientes en proceso de morir:

1- No esperes.

2- Da la bienvenida a todo, sin rechazar nada.

3- Aporta todo tu ser a la experiencia.

4- Encuentra un lugar de descanso en medio de los acontecimientos.

5- Cultiva una mente que no sabe.

A mí me han servido como orientaciones fiables para hacer frente a la muerte. Y, al final, son orientaciones igualmente importantes para vivir una vida con integridad. Se pueden aplicar igual de acertadamente a aquellas personas que tienen que gestionar todo tipo de transiciones o de crisis; desde mudarse a una nueva ciudad, establecer o abandonar una relación de pareja, o acostumbrarse a vivir sin los hijos en casa.

Pienso en ellas como en cinco prácticas insondables que se pueden explorar y en las que se puede profundizar constantemente. Como teorías tienen poco valor. Para poder entenderse se tienen que vivir y realizar a través de la acción.

Una invitación es una solicitud a participar o a asistir a un evento particular. Este evento es tu vida.

"Las cinco invitaciones. Descubre lo que la muerte puede enseñarnos sobre una vida plena", Frank Ostaseski

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