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  • Mónica Rivas

Mi experiencia: los símbolos


A lo largo de los meses de mi práctica mindfulness me ha sido de gran utilidad utilizar mis propios símbolos como anclaje de lo que quería tener presente en cada momento.

Durante este tiempo de aprendizaje he recurrido a ciertos objetos como realidades simbólicas cargadas de sentido para mí.

Así por ejemplo, la imagen que se grabó en mi retina de una hormiga sobre una cereza madura durante un retiro de silencio y que luego plasmé con colores al llegar a mi casa, me ha recordado durante todo este tiempo que, al igual que esa fruta y ese pequeño animal, yo también formo parte de la naturaleza y que un día me desintegraré en la tierra como ellos.

El busto de una mujer en piedra que me mira desde una terraza próxima a mi lugar de trabajo me recuerda que no debo bajar la guardia en la observación continua de mí misma, de mis pensamientos y mis emociones.

Mi propia fotografía a los cuatro años me muestra, siempre que lo necesito, a la niña que llevo dentro y que no quiero descuidar nunca.

Finalmente, están los maestros que me enseñan sin palabras. El mar, con sus olas agitándose en la superficie y su calma profunda en el fondo. El sol, con su luz y su calor, siempre ahí aunque yo no lo vea tras las nubes; siempre quieto aunque yo diga que sale y se pone.

Mi propuesta: Trata de encontrar tus propios símbolos, algo que tenga sentido para ti, aunque no lo tenga para nadie más. Algún objeto, situación, elemento o persona que te recuerde tu compromiso de estar presente y de vivir con conciencia plena.

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