El que siempre dice que sí, y no sabe decir que no, es como una puerta a la que se le han quitado las bisagras, un pasaje abierto a todos los vientos. (...) El no es una puerta que se cierra, pero también es otra puerta que se abre.
De niños, hemos aprendido a obedecer, a no contestar "no", a no ser egoístas; el que dice "no" no es bueno, el que obedece es bueno. Esta imagen contiene una amenaza. Si el niño no obedece, elevamos el tono, fruncimos las cejas, levantamos la mano... El niño es amenazado con un castigo, con retirarle el cariño, con el abandono... (...) Si consideramos el no como un acto de violencia, porque supone el riesgo de abandono, no podemos decirlo, salvo en un acceso de cólera. (...)
Cualquier conflicto no resuelto, cualquier impulso reprimido lleva su cuota de agresividad negativa que se resolverá hacia fuera (agresión, fobia...) o hacia dentro (ansiedad, depresión...). (...) El rechazo al conflicto conduce a no elecciones que se convierten en caldo de cultivo de sufrimientos latentes que no pueden decirse, expresarse... (...) Cuando nos enfrentamos a un problema, a menudo hacemos la política de la avestruz y actuamos como si no existiera. (...)
Las violencias invisibles son por definición difíciles de detectar (...) y se pueden llevar a cabo con una sonrisa. (...) Tomar conciencia de la violencia invisible es muy útil, la hace visible. Por tanto, la mera toma de conciencia ya es terapéutica.
Tal vez sea hora de volver nuestra mirada hacia dentro, para dejar de ser el juguete del otro (...). Trabajar en uno mismo, encontrarse con uno mismo, es socavar el poder de ese otro.
"Si yo no soy yo, ¿quién lo será?" (Henry David Thoreau)
"La violencia invisible", Jean-Charles Bouchoux
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