Me quiero.
Ante todo y sobre todo, me quiero.
Esa es la primera verdad sentida e irrefutable, que me quiero.
Que me quiero y me quiero y me quiero.
Pero no un me quiero de quererme por encima o quererme por delante, eso nanai.
Me refiero a un me quiero de quererme a pesar de los pesares.
A pesar de tenerme por debajo o tenerme tan atrás. Ahí también me quiero.
De hecho, ahí, sobre todo, es donde intento quererme más.
Quererse en la dicha es fácil. Sonreírse en el espejo y pintarse los morritos, canturrear por la casa canciones que ni siquiera te gustan por el mero placer de cantar, revolotear por las calles al compás de los aza(ha)res.
Quererse en la contentura es prácticamente inevitable. Irrefrenable.
Pero... ¿y quererse en la adversidad del filo del abismo?
¿Y quererse sabiéndose amarga y sin miel, insegura y disfrazada, cubierta de miedos color mierda?
¿Y quererse en la carencia que huele a niña perdida, en ese vacío que duele como aborto espontáneo, en la gran duda que se atornilla en la garganta?
Quererse en la guerra interna es tan revolucionario.
Quererse en la trinchera, incluso, cuando te da de ostias la vida pa que te quites la capa y sueltes la espada, quererse en medio del bloqueo, con esa mente-monstruo atrofiada que te arranca las llaves del poder.
Del poder del templo, que es tu cuerpo-casa. Del poder del cambio, que es tu alma.
Quererse así, quererse ahí, en los mocos colganderos y en el no saber qué-hacer-ahora-con-todo-esto.
Quererse porque sí. Quererse porque también eres espesa y raspas, también eres victimista y tremendista y la salvadora de la absolutamente nada.
Quererse aunque, a veces, te sepa la lengua a malaje y te cagues hasta en el buenrollismo. Quererse por quererse.
Porque quererse es honesto. Porque quererse puede ser hasta genuino si lo practicas cuando apagas la wifi o te quedas sola solita metida en tu jaula inventada.
Quererse. Quererse siempre.
Y es por eso que me quiero. Ante todo y sobre todo, me quiero.
Esa es la lección más resumida desde que medio desperté, que me quiero. Que me quiero y me quiero y me quiero.
Pero no un me quiero de quererme por encima o quererme por delante, eso nanai.
Me refiero a un me quiero de quererme a pesar de los pesares. A pesar de tenerme por debajo o tenerme tan atrás.
Me acepto. Me comprendo. Me tolero.
Me abrazo en el tropiezo y me abrazo en el destello.
No conozco otro secreto, de hecho,
más que el de quererme incondicionalmente,
por crear universos a través del viento,
y por hacer lo mejor que puedo
(y ese es mi mayor me quiero)
con todito lo que tengo.
Me quiero.
Te quiero.
Nos queremos.
"Me quiero", Noelia Morgana
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