La vida espiritual no es patrimonio de las personas religiosas sino que la espiritualidad laica se vive sin referirse a ningún más allá trascendente, con una vinculación profunda con todo lo que existe. La espiritualidad no exige, necesariamente, la religación con un ser superior (aunque tampoco la excluye).
La inteligencia espiritual implica apertura a la experiencia, toma de responsabilidad, cuidado de las relaciones interpersonales, superación de uno mismo, flexibilidad, búsqueda del sentido y cultivo de la interioridad. La sabiduría trasciende el conocimiento intelectual porque emana de la vida, del aprendizaje que uno adquiere por el mero hecho de vivir.