En la psicología budista, la mente es descrita como un sexto sentido, que se suma a los cinco habituales (vista, oído, olfato, gusto y tacto). Desde esta perspectiva, del mismo modo que el ojo percibe todo tipo de formas, colores y luces, el oído toda clase de sonidos, y la nariz todos los olores, la mente percibe todo tipo de pensamientos: grandes y pequeños, hermosos y feos, interesantes y aburridos, sabios y ridículos, etc.
La mayoría de las personas no se identifican a sí mismas con los colores y las formas que ven, ni con las texturas que tocan. Normalmente no pensamos, por ejemplo: “soy verde claro” o “soy rugoso”, cuando vemos algo verde o tocamos algo rugoso. Pero los pensamientos, como objetos de la mente, son un poco distintos y, quizás porque son inmateriales e internos, somos más propensos a confundirlos por quienes somos. (...)
El problema surge cuando no somos conscientes de nuestro proceso de pensamiento y sin darnos cuenta nos entregamos a pensamientos que dan lugar a juicios negativos, miedos, autocríticas, ira, preocupación, suspicacia, desconfianza y otras emociones que sabotean la paz de la mente y el equilibrio emocional (...)
El objetivo no es mejorar los pensamientos, ni cambiar el pensamiento negativo por el pensamiento positivo. En realidad, no somos muy entusiastas del “piensa positivo” como camino sostenible hacia el bienestar. Nuestra invitación aquí es a experimentar una nueva manera de relacionarte con tus pensamientos, una forma más espaciosa y sabia. Paradójicamente, esta naturalmente nos lleva a disminuir la rumiación y a generar pensamientos más saludables, porque el proceso de pensar estará más libre de fijaciones y tensión.
De esta forma, puedes empezar a utilizar la cabeza en vez de ser utilizado por ella.
Gonzalo Brito y Margaret Cullen, del blog "Cultivar la mente"