
“Sin distancia, uno queda atrapado en el contexto” Francesc Torralba
“Para que la puerta de la felicidad se abra hacia dentro, hay que retirarse un poco. Si uno la empuja, la cierra cada vez más” Kierkegaard
La principal lección que he aprendido a través del Mindfulness es que me es imposible ver las cosas con lucidez y claridad si no tomo cierta distancia, si no las veo con un poco de perspectiva. Al situarme como una observadora ajena de mí misma consigo ver una realidad mucho más amplia y diáfana que la que nunca había experimentado. Esto no significa en absoluto que haya pasado a verlo todo claro, o que no tenga dudas o no me sienta confundida muchas veces. Pero la gran diferencia es que ya no son mis pensamientos y mis emociones los que me dirigen a mí, sino que soy yo la que tiene poder sobre ellos. No es que impida que aparezcan (lo que por otra parte me resultaría imposible) sino que, al observarlos, estoy dando el primer e imprescindible paso para gestionarlos. Trato de tomar distancia de la situación para no diluirme en ella.
De esta manera me he dado cuenta, por ejemplo, de que puedo contener mi respiración durante más tiempo del que puedo frenar mis pensamientos. O que gran parte, si no la mayoría, de esos pensamientos son puro ruido. O que las emociones contractivas también merecen ser observadas e incluso disfrutadas. Puedo observar mi tristeza y dejarme arrastrar por ella o, mientras la observo, comprender que yo no soy esa tristeza. Puedo dar un puñetazo en la mesa y arrepentirme un rato después de haberlo dado o sentir, tras pasar la tormenta, que lo volvería a dar. Ésa es la gran diferencia entre que la tristeza o la ira me gestionen a mí o que yo las gestione a ellas. He comprobado en mi propia piel que la simple observación es ya eficaz para el cambio.
Al tomar distancia, he sido consciente de la presbicia en la que estaba instalada ante mi propia vida.
MI PROPUESTA: Pon atención a tus pensamientos, emociones y sensaciones corporales a lo largo del día. Intenta observarte a ti mismo dando un paso atrás, con objetividad pero sin juzgar ni etiquetar lo que observas. Si el dolor aparece, no trates de esconderlo ni reducirlo; simplemente obsérvalo para así poder curarlo después. Mientras observas, no trates de analizar nada, tan sólo vívelo tal cual es.