¿Acaso no será tampoco ningún motivo de alegría el que hayas nacido, que existas, que consigas hoy lo necesario para subsistir;
(...) ; que veas —¡medítalo!—, que puedas ver, oír, oler, gustar, tocar?
¿Que el sol brille para ti, y que por ti, cuando el sol se cansa, aparezca la luna y se enciendan las estrellas?
¿Que llegue el invierno y toda la naturaleza se enmascare y extranjerice juguetonamente, divirtiéndote?
¿Que llegue la primavera y con ella los pájaros en bandadas innumerables, para alegrarte; y que la hierba germine y el bosque crezca y haya bodas en él, y todo esto para alegrarte?
¿Que llegue el otoño y los pájaros emigren, no para hacerse encarecidos, de ninguna manera, sino para que tú no te aburras de ellos; y que el bosque oculte todos sus atavíos para la próxima vez, para poder alegrarte la próxima vez?
¿Acaso no es todo esto ningún motivo de alegría?
"Los lirios del campo y las aves del cielo", Soren Kierkegard
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