Érase una vez un rey que reunió a los sabios de su corte y les dijo:
- "Quiero poder llevar siempre conmigo un mensaje que me ayude cuando lo necesite. Un anillo que contenga palabras sabias a las que pueda acudir en momentos de emergencia".
Todos los que escucharon los deseos del rey eran grandes eruditos que podían haber escrito sesudos tratados... pero les fue imposible condensar su sabiduría en el corto mensaje de un anillo.
El rey tenía un viejo sirviente muy querido al que, ante la impotencia de los sabios, también consultó. El anciano escribió el mensaje en un diminuto papel que entregó al rey:
- "Pero no lo leas. Mantenlo guardado en el anillo y ábrelo solo cuando no encuentres salida en una situación", dijo el sirviente.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey, acorralado por sus enemigos y desesperado, recordó que tenía el pequeño mensaje en su anillo. Simplemente decía: "ESTO TAMBIÉN PASARÁ". Tras varias semanas escondido, el rey escuchó por fin el trotar de los caballos que se alejaban y, aunque ya sin su reino, se sintió profundamente agradecido por esas tres palabras que le infundieron serenidad y paciencia.
Tras unos meses, el monarca logró reunir nuevamente a su ejército y reconquistar sus tierras. El día de la victoria, mientras sonreía feliz y orgulloso de sí mismo, el sabio sirviente se le acercó y le pidió que leyese nuevamente el mensaje de su anillo:
- "¿Por qué habría de leerlo?, si me siento poderoso y contento", preguntó el rey.
A lo que el sabio sirviente contestó:
- "Debes recordar el mensaje no solo cuando estés derrotado, sino también cuando te sientas victorioso: ESTO TAMBIÉN PASARÁ".
La sabiduría de la vida consiste en darse cuenta de que, tarde o temprano, todo pasa: lo malo –que se debe relativizar– y lo bueno –que se debe saber disfrutar–.
"El anillo del rey", cuento popular sobre la impermanecia.